Cuando Antonio González acudió recientemente a recibir su refuerzo de la vacuna contra el COVID-19, hizo todo lo que pudo para no darse la vuelta y marcharse. Pero convencido de hacer lo que le corresponde para mantenerse a sí mismo y a los demás a salvo, decidió quedarse, aunque eso significaba que podía desmayarse. González sufre de tripanofobia, es decir, miedo a las agujas, un temor que lo ha atormentado casi toda su vida.
“Comenzó cuando era un niño”, dijo González, de 32 años. “Cuando sentía la aguja en mí, la vista se me nublaba y me mareaba un poco”.

Sus padres intentaron ayudar. Le enseñaron técnicas de respiración, se aseguraron de que su nivel de azúcar en la sangre fuera bueno y de que estuviera acostado cuando llegara el momento de la aguja. Pero aun así, la fobia empeoró. “Con el tiempo, llegó al punto en que cada vez que me pones la aguja, las luces se apagan”, dijo González, quien realiza una investigación de mercado para una empresa de software. “Es bastante desagradable”.
Los científicos estiman que el miedo a las agujas afecta hasta al 25 por ciento de los estadounidenses. La fobia puede provocar ansiedad, ataques de pánico, sudoración o náuseas e insomnio.
González dice que ha hecho las paces con su fobia, pero también ha desarrollado técnicas para afrontarla. En los días previos a una inyección, se concentra en crear un estado de calma mental y llegado el día, explica su fobia a la persona que lo inyectará y se acuesta para la inyección. Cuando las vacunas contra el COVID-19 estuvieron disponibles, optó por la vacuna Johnson & Johnson, ya que involucraba solo una inyección.
“Lo temía”, dijo González. “Pero estaba realmente emocionado de poder volver a vivir una vida normal y sentirme seguro. Sentí la responsabilidad para con mis amigos y familiares de ayudar a mantenerlos a salvo y hacer mi parte “.
En cuanto a ese temido refuerzo, a veces la vida a veces te sorprende. “Estaba mucho más nervioso y estresado de lo que normalmente estoy”, dijo González. “Pero fueron geniales. No sentí la aguja en absoluto. Me sentí normal. Le dije a la vacunadora: ‘¿me vas s a poner la vacuna ahora? Y ella dijo: ‘Acabo de hacerlo’. Fue la primera vez siendo adulto que no me desmayé”.
Si tiene miedo a las agujas, aquí le damos algunas tácticas que pueden ayudarle:
- Lleve a un familiar o amigo para que lo tome de la mano.
- Utilice distracciones, como escuchar música con auriculares o tener una conversación informal con el vacunador.
- Hágale saber a la persona que le administra la vacuna sobre su miedo.
- Aparte la mirada.
- Relaje sus músculos, esto puede reducir el dolor.
- Recuéstese.
- Busque terapia con un especialista en salud mental que pueda brindarle estrategias para hacer frente a la ansiedad que le provoca la vacuna.
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